Capital financiero, especulación e “inversión pasiva”
Rolando Astarita
Desde los años 1990 la tesis de la finaciarización ha gozado de una importante aceptación en los medios progresistas y de izquierda, incluido el marxismo. Entre los principales exponentes de la financiarización encontramos a Chesnais y sus colaboradores. Chesnais ha tenido una fuerte influencia en Argentina y en otros países de América Latina.
Según Chesnais, en las últimas décadas se ha establecido un régimen de acumulación mundial financiarizado (en lo que sigue me baso en Chesnais 1996). El mismo se basa en bajos salarios, y su funcionamiento está ordenado por las operaciones de un capital financiero que está más concentrado y centralizado que en ningún período anterior. En este régimen juegan un rol clave las instituciones financieras no bancarias, que buscan valorizar los fondos su cargo. Estas instituciones privilegian las colocaciones de corto plazo en acciones y otros títulos, en procura de una valorización puramente especulativas (ibid., p. 264). Precisemos que, siempre según la tesis de la financiarización, se trata de inversiones especulativas en el sentido establecido por Kaldor. Kaldor definía la especulación como una transacción de la mercancía motivada por la anticipación de un cambio de los precios existentes, y no por una ventaja asociada a su uso, a alguna transformación de la misma, o a una transferencia de un mercado a otro (ibid. p. 261). Guttmann, en la misma línea que Chesnais, explica:
“La especulación financiera, que representa el tipo de inversión que está en la base del crecimiento explosivo del capital ficticios, implica la compra y la venta de títulos a fin de obtener plusvalías, como resultado de la diferencia entre el precio de venta y el precio de compra…” (p. 82, en Chesnais, 1996). Por eso se habría impuesto una lógica “cortoplacista”, propia del “modelo americano” (en oposición al “modelo renano”, con predominancia de las inversiones de largo plazo). El cortoplacismo regiría entonces las inversiones productivas.
Especulación y teoría del valor trabajo
La idea de que el capital financiero obtiene jugosos beneficios por medio de la especulación está fuertemente arraigada en los ambientes progresistas. Por ejemplo, es una de las respuestas típicas que dan mis alumnos de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), cuando les pregunto acerca de qué piensan sobre el capital financiero y su mecánica de valorización. La explicación es intuitivamente atractiva, ya que se acerca a la imagen de los “expertos en finanzas”, hábiles operadores que compran apalancados, o venden “corto”, haciendo de la nada jugosas diferencias. Incluso en el cine hemos visto estos personajes. Todo parece encajar: el capital financiero se valoriza con la especulación, y esta explica por qué crece el capital ficticio, y se estanca la producción. Chesnais llegó a sostener que, a resultas de estos mecanismos, “por primera vez en la historia del capitalismo, en el centro del sistema [se refiere a los países desarrollados], la acumulación del capital industrial no está más orientada a la reproducción ampliada” (ibid. 264). La volatilidad de los precios sería entonces funcional a esta valorización puramente especulativa de los capitales dinerarios.
Se trata, en última instancia, de la repetición de la vieja idea mercantilista, que explicaba la ganancia por comprar barato y vender caro. Es lo que también subyace en la explicación de la ganancia por “recargo” (o mark-up). La particularidad de Chesnais, Guttmann y otros teóricos de la financiarización es que aplican el enfoque a las ganancias financieras.